sábado, 24 de julio de 2010

El poder de la música en la educación

A medida que transcurre el tiempo, los científicos le encuentran nuevas propiedades, positivas por cierto. Desde hace varios lustros, hay investigaciones que señalan que mejora el rendimiento en las matemáticas, que estimula a pacientes con problemas cerebrales o psicomotrices. Los poderes de sanación de la música datan de la Antigüedad.

En estos días, se difundieron recientes trabajos de la Northwestern University que señalan que la práctica de un instrumento puede ayudar a mejorar el habla, así como la capacidad de hablar un idioma extranjero. Los investigadores explicaron que el efecto del entrenamiento musical sugiere que, de forma similar al ejercicio y su impacto en el bienestar del cuerpo, la música es un recurso que tonifica el cerebro para la aptitud física y por lo tanto requiere que la sociedad reexamine el rol de la música en el desarrollo individual.

El informe que fue publicado en "Nature Reviews Neuroscience", señala que aprender a tocar un instrumento acondiciona al cerebro para elegir qué es relevante en un complejo proceso que puede involucrar la lectura, el recordar una partitura, calcular tiempos y coordinar con otros músicos. Se indica que los chicos que reciben entrenamiento musical tienen una mayor capacidad para detectar los cambios de tono en el habla y poseen un vocabulario más amplio y leen mejor que aquellos que no aprenden música.

Las experiencias de la música en la educación vienen realizándose desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, a mediados del siglo XX, el compositor brasileño Heitor Villa-Lobos (1887-1959) -autor de "Las bachianas brasileiras"- venció el conservadurismo del gobierno de su país y logró que cada escuela del Brasil tuviese un coro, tal vez porque intuía que un chico que canta es un niño feliz. Escribió métodos musicales de aprendizaje fácil y su "Guia pratico" (137 canciones basadas en la música folclórica); fundó el Orfeón de Maestros y en su flamante Conservatorio Nacional de Canto Orfeónico impuso planes de enseñanza revolucionarios. Llegó a dirigir a 30.000 niños desde un podio de 20 metros en el Maracaná.

En Tucumán, salvo las instituciones universitarias y provinciales especializadas y algunos colegios privados, la música tiene poco espacio. En otras oportunidades hemos destacado la importancia de la educación artística en el desarrollo de la sensibilidad y de la comunicación de una persona. Por ejemplo, en un coro, se aprende a ser solidario, a trabajar en forma colectiva, a respetar al otro, a disciplinarse en el estudio; se enseña que sin el esfuerzo de todos difícilmente se pueda llegar a buen puerto. Ello dependerá, por supuesto, de la capacidad del director, no sólo musical sino también pedagógica, y de que sepa estimular a los chicos. En ese sentido, es remarcable la tarea de las orquestas barriales que buscan la integración de niños y jóvenes marginados socialmente.

En ninguno de estos casos, el objetivo es que surjan niños artistas -en buena hora, si los hay-, sino favorecer la inclusión, el trabajo en conjunto, el compañerismo, el diálogo, la amistad. Si todas las escuelas y los colegios tuviesen coros o elencos teatrales y hubiese con frecuencia certámenes intercolegiales, seguramente habría menos problemas de conducta, menos adicciones, mayor compromiso y solidaridad. Para ello es necesario formar a los educadores en el marco de estos parámetros, porque ellos tienen la llave para estimular a los alumnos y hacer que se interesen por lo que estudian.

Sería positivo que los responsables de conducir el gobierno educativo reflexionaran sobre estas experiencias, en tiempos en que se suelen buscar soluciones afuera cuando las tenemos al alcance de la mano.

http://www.lagaceta.com.ar/nota/390193/Opinion/poder_musica_educacion.html

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