viernes, 16 de julio de 2010

El aprendizaje colaborativo

Ecos de la perspectiva didáctica constructivista

Un paradigma que abre el debate respecto de la suerte de la matriz pedagógica actual, ligada a la necesidad de nuevas estrategias para relacionarse con el saber.

La instrumentación de técnicas de aprendizaje colaborativo implica que la relación entre los contenidos, los procedimientos y las actitudes que los alumnos deben aprender, están enmarcados en un campo de trabajo cooperativo. Esto sugiere que la puesta en marcha de saberes debe confluir en un objetivo final que sea común al grupo entero. Tributaria del paradigma constructivista, la pedagogía del aprendizaje colaborativo busca abrirse caminos en el terreno de la didáctica.

Carácter social del aprendizaje

Un siglo después, todavía resuenan las palabras de Lev Vygotsky. El pedagogo ruso nos enseñó que el aprendizaje es inherente a un medio social. La actualidad de su postulado es tal que no es posible pensar una instancia de enseñanza-aprendizaje desoyéndolo.

El aprendizaje colaborativo funda sus aspiraciones pedagógicas en ese exacto principio que considerar al aprendizaje como algo que solo puede ocurrir en la interacción social.

Elementos didácticos

La autora Mari Paz Prendes Espinosa, miembro del Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Murcia, propone planificar la estructuración de los elementos didácticos que compondrán las clases haciendo de ese principio la esencia detrás de cada acto.

A través de la puesta en práctica de una dinámica tal, con tintes cooperativos o colaborativos, es posible crear un contexto propicio para que las capacidades del grupo entero se potencien. Simultáneamente, todos los alumnos que forman parte del grupo deben lograr hacer suyos los saberes, interpretándolos, poniéndolos en cuestión, desafiándolos y construyendo, en última instancia, un discurso propio.

El conflicto como herramienta

La propia lógica que alumbra el camino de la pedagogía colaborativa conlleva la emergencia de puntos de vista diferentes, puntos de vista en conflicto. Esto opera, al mismo tiempo, como un estímulo a que cada alumno comprenda que detrás de lo que son las palabras, articuladas en discursos, hay un sentido. Y este sentido debe ser argumentado y defendido para que se sostenga.

Siendo, tal como indica la teoría psicoanalítica, que es la mirada de los otros la que nos constituye como sujetos, en una pedagogía en la cual unos y otros deban expresar sus puntos de vista, con sus coincidencias y sus contradicciones, en un marco de respeto y solidaridad, el propio yo de cada uno de los integrantes del grupo saldrá fortalecido.

De esa forma se alejarán también los temores a quedar expuesto en público por miedo a decir algo incorrecto o inadecuado. Mientras las consideraciones que conlleve el armado del propio discurso que los estudiantes creen emerjan en un clima cordial y respetuoso, lo incorrecto queda fuera de lugar en este tipo de técnicas.

El rol del docente

El pedagogo francés Philippe Perrenaud, ferviente promotor de las técnicas colaborativas escolares, enfatiza que la figura del docente no queda anulada aquí, sino que se ve re-categorizada. El docente será quien deba guiar todo el proceso.

Sin dejar de ejercer un rol de autoridad, la tarea docente no será asumir un protagonismo excluyente, sino ayudar a que se geste en el aula un clima colaborativo y comprometido, en el que los saberes que se pongan en juego anclen en la matrices cognitivas que los alumnos ya tienen desarrolladas, promoviendo de ese modo lo que psicólogo estadounidense David Paul Ausubel denominó aprendizaje significativo. Es decir, un aprendizaje en el cual los nuevos saberes que el alumno aprehende se conectan con saberes que ya posee.

Responsabilidades compartidas

El aprendizaje colaborativo incluye la aplicación de herramientas de trabajo que integren al sujeto-alumno en un colectivo más amplio que regule, a su modo, el proceso: proponiendo temas y acciones, negociando con el docente las estrategias, participando en la confección de las actividades.

Al compartir las responsabilidades, el docente se asegura una apropiación de las técnicas que despliegue el grupo por parte de los alumnos, generándose lazos solidarios, a un mismo tiempo, entre los propios alumnos y entre los alumnos y el docente. Todos son responsables, cada uno desde su rol, con sus propias implicancias y especificidades, del éxito de las actividades.

Nada de lo expuesto hasta aquí debe hacer suponer que no vaya a ser necesario, en un contexto de aprendizaje colaborativo, que ciertas tareas se realicen en forma individual. Sin embargo, cuando así suceda, lo cual será, por cierto, harto frecuente, será en pos de un objetivo ulterior, orientado hacia lo grupal. El trabajo siempre deberá funcionar como engranaje de un mecanismo más grande que excede a cada uno de esas instancias separadas.

Metas de la pedagogía colaborativa

Para comprender con mayor profundidad las metas que se propone la pedagogía del aprendizaje colaborativo, es preciso hacer una ruptura con los ejes del individualismo y enfatizar los valores que nos conectan con el otro con solidez, sintiendo a ese vínculo como necesario. De ese modo, se pone en juego una postura pedagógico-didáctica que al mismo tiempo deja entrever los matices políticos que deben aflorar, orientados a la construcción de un orden social futuro basado en un acervo de valores comunes.

El sociólogo francés Emile Durkheim consideraba que dichos valores debían ser promovidos por las instancias formativas de un modo claro y preciso. La cohesión social fundaba sus mejores posibilidades de desarrollar una existencia positiva en una pedagogía que los promoviera eficazmente.

Traspasadas las puertas de entrada al siglo XXI, las expectativas de la didáctica aún se inscriben en que el alumno pueda realizar por sí mismo la magia del aprendizaje (el cual es de por sí, social). El aprendizaje colaborativo hace méritos para que se confíe en él como un medio legítimo para el ejercicio de esa práctica.

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