domingo, 31 de octubre de 2010

La memoria y el olvido

Recordar y olvidar

En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado”. J. L. Borges.

Jorge Luis Borges desconfiaba de la memoria perfecta. En “Funes el memorioso”, cuento publicado en 1944, el protagonista es un hombre de ésas cualidades: recordaba todo, con exactitud, y sin embargo no era un hombre de muchas luces.
La memoria y el olvido, aunque parezca contradictorio, son parte del mismo proceso. El dicho popular dice que “el saber no ocupa lugar”, pero de alguna manera sí lo ocupa. Los conceptos y conocimientos se acumulan y se van relacionando en una amplia malla de vinculaciones de datos. Y estos datos, estos conocimientos ocupan un sector de la mente que automáticamente, y como defensa, se va deshaciendo de ellos.
En California hay una mujer de 42 años, auxiliar administrativa, que como Irineo Funes recuerda casi todos los días de su vida desde que tenía 11 años. Prácticamente reserva en su memoria todos los momentos vividos. También hay personas que por accidentes o diferentes enfermedades ya no recuerdan casi nada.
Pero, ¿qué es un recuerdo? Según los neurocientíficos, un recuerdo es una configuración de conexiones almacenadas entre las neuronas del cerebro. Hay aproximadamente 100.000 millones de neuronas, cada una de las cuales puede formar entre 5.000 y 10.000 conexiones sinápticas con otras neuronas.
Sin los recuerdos quedaríamos totalmente fuera del tiempo. No tendríamos fluir de la conciencia, viviríamos atrapados en un limbo de un presente eterno, entre un pasado que no podríamos recordar y un futuro que no podríamos imaginar ni planear. Estaríamos obligados a una vida sedentaria, completamente libre de preocupaciones. Quizás sin mucho stress, pero también sin grandes esperanzas.
Guardar los recuerdos, activar la memoria, es algo que preocupa a los seres humanos desde el fondo de la historia. Se sabe que ya desde el siglo V a.C., el poeta griego Simónides de Ceos trató de inventar una técnica conocida como el “arte de la memoria”. Simónides fue el único sobreviviente del derrumbe de un techo durante un banquete celebrado en Tesalia. Según escrituras de la época, los cuerpos estaban tan destrozados que era imposible reconocerlos, pero Simónides pudo cerrar los ojos al caos y ver en su mente cada uno de los invitados en su silla alrededor de la mesa. Había descubierto la técnica conocida como el “método de los lugares”.
Dicen que Pedro de Ravena, jurista italiano y autor de un famosos libro de texto del siglo XV sobre la memoria, había aplicado el método de los lugares para memorizar la Biblia, todos los libros de derecho italiano del momento, los 200 discursos de Cicerón y los 1.000 versos de Ovidio.
A nosotros nos resulta muy difícil imaginar lo que significaba vivir en un mundo anterior al libro impreso. Las personas de la Antigüedad y de la Edad Media sentían una gran admiración por la memoria y las personas con este don. El teólogo Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, era célebre por haber redactado toda su Summa Theologica en su cabeza y haberla dictado de memoria valiéndose apenas de unas notas. Un tema común en las vidas de los santos era que tenían una extraordinaria memoria.
De hecho, en muchas culturas existen viejas tradiciones para adiestrar la memoria. El Talmud judío, escrito a base de mnemotecnia, se transmitió en forma oral durante siglos; y la memorización coránica sigue considerándose un logro supremo entre los musulmanes más devotos.
Muchos científicos consideran que las personas siempre recuerdan lo que les importa... Yo, por ejemplo, tengo una memoria musical importante pero poco útil para mí por dos razones: la primera es que no hago música, aunque la disfruto; y la segunda es que memorizo inmediatamente las canciones que me gustan, pero también las que no. Me alcanza con escucharlas dos veces por la radio, lo que llena mi cabeza de información bastante terrible en muchos casos.
Si en gran medida la experiencia es la suma de nuestros recuerdos, y la sabiduría, la de la experiencia, tener una mejor memoria supondría saber no solamente más acerca del mundo sino sobre nosotros mismos.
Y por lo mismo, seguimos buscando maneras alternativas para conservar los conocimientos. Para mi felicidad, un grupo de investigadores de Barcelona finalizó una investigación donde aseguran que la ingesta combinada de cafeína y glucosa -las dos juntas- beneficia la prolongación de la atención, el aprendizaje y la memoria verbal. En dicho estudio participaron 72 personas de entre 18 y 25 años; sobre ellas se analizaron los efectos de la ingesta de diferentes bebidas a primera hora de la mañana y en ayunas. Los resultados arrojaron que la administración conjunta de las dos sustancias, cafeína y glucosa, tiene efectos beneficiosos en la atención y en el aprendizaje, así como también en la memoria.
Por otro lado, la Escuela de Medicina Tropical de Londres realizó una revisión científica bajo el título “Cafeína en la prevención de errores en el trabajo”, llegando a la conclusión de que el consumo de cafeína puede ayudar a reducir el número de errores, en comparación con placebos o la siesta, mejorando el rendimiento y la memoria de las personas que trabajan.
Por su parte, investigadores israelíes dieron a conocer que han comprobado la posibilidad de almacenar información en un cultivo de neuronas vivas, lo que constituye un paso adelante en la tecnología que pretende crear chips construidos con materia orgánica integrada. En el experimento, los investigadores encontraron “patrones de la memoria” más de cuarenta horas después de haberlos inducido. El hallazgo permite conocer mejor los mecanismos de aprendizaje en los organismos vivos, y potenciará el desarrollo de las redes neuronales.
Los investigadores Itay Baruchi y Eshel Ben-Jacob, de la Universidad de Tel Aviv, han publicado sus descubrimientos en la revista Physical Review. En su artículo, Baruchi y Ben-Jacob explican que comprender cómo funcionan el aprendizaje y la memoria a través de redes neuronales reales es uno de los principales desafíos de la neurociencia.
Hace unos meses, científicos canadienses descubrieron por accidente un mecanismo que podría desentrañar los misterios del funcionamiento de la memoria y ayudar en el tratamiento de algunas enfermedades. El descubrimiento ocurrió cuando los científicos realizaban una exploración quirúrgica en el cerebro de un hombre de 50 años en un intento por reducirle el apetito y neutralizar su creciente obesidad. Para ello utilizaron una técnica ya exitosa de “estimulación cerebral”, en la que se insertan electrodos y se estimulan ciertos sectores mediante una pequeña carga eléctrica.
En lugar de perder el apetito, el hombre recordó con amplitud detalles de sucesos ocurridos hace 30 años; las pruebas posteriores demostraron que había aumentado de forma considerable su capacidad de aprendizaje.
Pero Funes, el memorioso, era un hombre traumado por su incapacidad para olvidar. Recordaba todos los detalles de su vida pero no lograba distinguir entre lo importante y lo poco importante. No podía establecer prioridades ni generalizar.
Quizás, como concluye Borges, es el olvidar, no el recordar, la esencia de lo que nos hace realmente humanos: “Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.

No es tan malo olvidar

Mi marido tiene una capacidad extraña: olvida completamente, por ejemplo, las películas que no le gustaron; pero lo hace a un punto tal, que es capaz de verlas nuevamente para llegar a la misma conclusión. Y nuestro chiste es siempre el mismo: “la borraste del rígido para que no te ocupara lugar”.
Ahora, nuevas investigaciones sobre la memoria han redescubierto la virtud de ese arte perdido que es el olvido consciente. Quien lo domina es capaz de guardar mejor las cosas esenciales; quien, por el contrario, quiere acordarse de todo, tiene mayores posibilidades de recordar mal las cosas. Se ha descubierto, gracias a las investigaciones sobre el cerebro, que la memoria no tiene una capacidad de almacenamiento ilimitada. Ahora bien, esto se aplica sólo a la memoria a corto plazo, no a la de largo alcance. Mientras que ésta última es prácticamente incansable, la de corta duración tiene que economizarse. Para hacer óptima la captación de información, la mente utiliza una capacidad que también le es útil en otros casos: el olvido consciente.
Se trata de una capacidad recientemente redescubierta por los investigadores, y que choca contra el concepto tradicional de memoria bien entrenada, la que lo conserva todo. También va contra la idea de que el olvido sería un enemigo del aprendizaje, una debilidad, consecuencia del envejecimiento o incluso una enfermedad. Actualmente, investigadores como el psicólogo Marcus Hasselhorn, de Göttingen, Alemania, nos explican las virtudes del olvido. Según dicen, quien se despoja de lo inútil reserva espacio para recordar lo importante, porque “la facultad del olvido es una función básica y esencial de la memoria humana”.
Se abre un nuevo campo de investigación donde los neurólogos pretenden influir en los mecanismos cerebrales mediante medicamentos o estímulos mecánicos; pero se plantea también si no sería posible desarrollar el arte o la técnica del olvido consciente. Aunque es todavía un campo reciente en la Psicología, se sabe que para ello hay que tener una fuerte convicción de que la información a olvidar es irrelevante.
Otros experimentos han mostrado que la facultad del olvido se desarrolla a una edad mucho más temprana de lo que se había supuesto hasta ahora: con sólo seis o siete años de edad ya somos capaces de sacarnos del rígido lo que no nos sirve.


por Rosanna González Pena

http://www.noticiasyprotagonistas.com/noticias/26414-recordar-y-olvidar/

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