domingo, 13 de junio de 2010

Hay que analizar un nuevo rol docente en la era digital

Por Alejandro Cobo (Licenciado en Gestión Educativa, Profesor de Educación Primaria y Psicólogo Social.)

La "rateada" mendocina (con repercusiones internacionales) puso en cuestión, entre tantas otras preocupaciones, los roles de los educadores y los padres en relación con los jóvenes, en estos nuevos escenarios tecnológicos • Antes, “ratearse” se trataba de un acto que hacían pocos chicos. Hoy, con los soportes tecnológicos (que son nada más que soportes, depende de su uso) emergió una nueva cibercultura que no encuentra en los interlocutores adultos un espacio donde poder compartir y poner en valor sus experiencias.

Mendoza, 13 de Jun, Agencia Infancia Hoy.- Hoy la realidad nos confronta con chicos que disponiendo de las capacidades que han desarrollado por ser nativos digitales (sujetos que desde su nacimiento incorporaron las tecnologías y las usan sin cuestionamiento), lanzaron una convocatoria a través de una red social, que tuvo adhesión masiva a partir de un código común. No es poca cosa.
Es necesario focalizar sobre una situación de la que ya no se volverá atrás: la imposibilidad para el sistema educativo y para los padres de rehuir a la presencia y a los usos de las tecnologías de la información y de la comunicación. Negar esta realidad, con argumentos nostálgicos, empobrece la posibilidad de pensar el tema de un modo más sensato (y realista).

La generación de educadores de estos chicos, en su mayoría, son inmigrantes digitales. No nacieron en un mundo hipertecnologizado como el actual y deben aprender sus códigos. Los cambios culturales que se produjeron en los últimos 20 años en relación con los medios y los chicos, les producen resistencia y manifiestan costo por apropiarse de la vertiginosidad de las propuestas de este universo. El libro, sólo el libro, ya no es el texto primordial. La escuela, sólo la escuela, no es el único ámbito de aprendizaje. Pero es conveniente y saludable que las generaciones adultas entren en diálogo con las actuales para entender desde dónde la “ciberjuventud” plantea sus demandas.
Es un tiempo más que interesante el que vivimos, educativamente hablando: con la “rateada” los chicos tomaron la palabra, decidieron, se pusieron de acuerdo, dijeron (nos dijeron a toda la sociedad): “Podemos organizarnos, es fácil”. Pensemos, sin ir más lejos, en la capacidad de nuestros dirigentes de ser tolerantes y de articularse con otras ideas (¡y de ponerse de acuerdo!). Quizás los chicos podrían enseñarles algo. No los justifico, sólo observo este comportamiento.

Muchos adolescentes rechazan la enseñanza secundaria, razón por la que, a veces, “pegan un faltazo”. La rutina escolar, las normas por cumplir, la disciplina, la exigencia académica, la autoridad, son necesarias pero están desarticuladas con sus intereses y deseos.
Esta desarticulación podría encauzarse a partir de la construcción de ambientes escolares que, al tiempo que promuevan el aprendizaje, sean amables, agradables y amigables, tan amigables como las tecnologías con las que ellos interactúan diariamente.
Antes, “ratearse” se trataba de un acto que hacían pocos chicos. Hoy, con los soportes tecnológicos (que son nada más que soportes, depende de su uso) emergió una nueva cibercultura que no encuentra en los interlocutores adultos un espacio donde poder compartir y poner en valor sus experiencias.

La escuela es el lugar, indudablemente, para que estas otras formas de comunicación de los jóvenes sean protagonistas de verdaderos procesos educativos, más ricos en sentido y aprendizaje.

La casa es el lugar, para que los chicos vivencien y sepan que hay un adulto que los está cuidando y no invadiendo, y para establecer códigos para un uso responsable de internet.
“Rateada” o “rabona”, en Argentina, “hacerse la vaca”, en Perú, “echarse la pera”, en Ecuador, “hacerse la rabona” en Uruguay, “irse de pinta” en México, “hacer la cimarra” en Chile: antes y ahora, estamos hablando de lo mismo y esto es, la ausencia de confianza y de escucha hacia los jóvenes.

Construir confianza y escucha, comunicarse de un modo óptimo, no es un asunto de Facebook. Es un debate pendiente de todos los que promovemos educación.

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