martes, 9 de noviembre de 2010

Mi primera ironía

Contra lo que se suponía, investigaciones recientes demostraron que los niños pequeños pueden entender y usar expresiones de doble sentido


Sábado 6 de noviembre de 2010 | La Nación

Cuando la madre de un chico de 12 años le pregunta: "¿Cuántas veces tengo que decirte que pares?", comprenderá que es mejor que la respuesta, si es que se requiere alguna, no contenga un número. Pero esa comprensión requiere un entendimiento sofisticado del idioma mordaz que se desarrolla mucho después de que se adquiere un habla fluida. ¿A qué edad comienzan los niños a intuir el significado de una pregunta así, y en qué medida pueden contestar apropiadamente a otro tipo de comentarios mordaces?

En estudios de laboratorio sobre el tema, los niños demuestran no tener prácticamente ninguna comprensión de las expresiones mordaces antes de los seis años, y muy poca antes de los diez u once años. Cuando se enfrentan a este tipo de expresiones, los niños más pequeños, por lo general, interpretan las preguntas retóricas literalmente, las exageraciones deliberadas como un error y el sarcasmo como una mentira.

Pero ha habido poca investigación sobre el tema fuera del laboratorio. Por lo que un grupo de investigadores canadienses se propuso grabar a padres e hijos en sus hogares, utilizando cuatro tipos de lenguaje irónico: el sarcasmo, la hipérbole, la minimización y las preguntas retóricas. Resulta que niños muy pequeños pueden entender e incluso usar expresiones irónicas, aunque no puedan describir a un investigador lo que han hecho. "Uno ve que responden apropiadamente a este uso del lenguaje en la conversación -dice Holly E. Recchia, la principal inspiradora del informe-. Eso no es lo mismo que decir que puedan explicar esa comprensión de modo explícito."

El estudio, publicado en The British Journal of Developmental Psychology (La Revista Británica de Psicología del Desarrollo), incluyó a 39 familias, cada una con padre y madre y dos niños con edades promedio de 4 y 6 años. Las familias fueron reclutadas usando anuncios de nacimientos en un diario de Ontario, y fueron representativas de la población general en cuanto a su origen étnico, así como a la edad y al nivel educacional de los padres.

Retóricos y exagerados, también

Los científicos transcribieron más de 350 horas de conversación y clasificaron todas las expresiones no literales usando cuatro categorías e identificando en cada oportunidad al hablante. Todos los hijos mayores hicieron al menos un comentario irónico, al igual que 38 madres, 26 padres y 37 de los niños menores, un total de 1661 comentarios no literales. Si bien no está claro por qué, comparado con los padres y los niños, las madres usaron el lenguaje irónico más en interacciones negativas que positivas, y las preguntas retóricas más frecuentemente que cualquier otra forma. "Puede ser que las madres asuman roles de enseñanza y de manejo de situaciones -señala Recchia-. Si las madres intervienen más en el manejo de conflictos, entonces puede ser que las preguntas retóricas sean más efectivas que el sarcasmo." Entre los niños fueron más comunes la hipérbole y las preguntas retóricas. En los casos en que los niños estuvieron involucrados en un conflicto, utilizaron más preguntas retóricas y la minimización, mientras que en las interacciones positivas por lo general hubo sarcasmo e hipérbole. A diferencia de sus hermanos y hermanas menores, los hijos mayores usaron el sarcasmo. ("Muchas gracias, destruiste mi colección") más que la minimización ("En este momento estoy sólo un poquito enojado con vos").

"Es una pieza de un cuadro mayor", explica Janet Wilde Astington, profesora de Psicología de la Universidad de Toronto que ha escrito mucho sobre el habla de los niños, aunque que no estuvo involucrada en este estudio. "Creo que es importante en la medida en que pueden mostrar que hay comprensión en niños tan pequeños como los que observaron, y creo que demuestran esta cuestión importante en contraste con lo que dice el trabajo experimental."

Comparados con sus padres, los niños fueron más propensos a usar la hipérbole, comúnmente para subrayar injusticias cometidas contra ellos por sus hermanos o sus padres: "Nunca me das plata; ni siquiera cuando me porto bien". Los niños mayores usaron más ironía que sus hermanos menores, y si bien los más pequeños entendían un poco menos el significado y la función de los comentarios, las diferencias no resultaron grandes.

Recchia, que es profesora adjunta de Educación en la Universidad de Concordia en Montreal, opina que, si bien es limitada la comprensión de los niños de la ironía, aun así puede ser útil. "Los padres tienden a ver el lenguaje irónico negativamente, pero no siempre es negativo o malvado", explica. "A veces es juguetón. Puede ser que el humor y la ironía ayuden a distender situaciones que de otro modo podrían provocar conflictos. Puede ser una herramienta efectiva".

Por Nicholas Bakalar (NYT)

Traducción de Gabriel Zadunaisky

¿ALGUIEN HABLA DE MANERA LITERAL?
Por Hugo Litvinoff

Comunicarse es un esfuerzo por transmitir la propia subjetividad, para lo cual la simple palabra no alcanza y por eso recurrimos a ironías, metáforas, humoradas o metonimias. Los poetas lo hacen de manera bella; nosotros... como podemos. Cuando decimos: "Gracias por arruinarme el día", trasmitimos una plétora de significados mucho más amplia que si hubiéramos dicho: "Tu conducta me perjudicó". Con la ironía decimos que hubiéramos querido que se nos tuviera más en cuenta, y que nos estamos conteniendo para no agredir. En realidad, la ironía misma es una agresión atenuada. Los ejemplos son infinitos: "Nunca me das plata" no alude sólo al dinero, sino también a la sensación de abandono. "Estoy un poquito enojado" contiene el reclamo de que quien escucha se percate del tamaño del enojo. Aprender a hablar no es grabarse un diccionario en la cabeza, sino entender los secretos de la comunicación, que está repleta de elipsis, referencias comparativas y metáforas que los niños van entendiendo y aplicando a medida que maduran. La ironía, que puede ser hostil, graciosa o cómplice entre dos personas, no es más que uno de los tantos recursos en el esfuerzo tan difícil de volcar la subjetividad o mostrar los efectos de la conducta del otro sobre la propia. Por supuesto, muchas cosas que se dicen y otras que se callan pueden ser nocivas para el niño, y con lamentable frecuencia lo son. Pero eso no se debe a la supuesta falta de literalidad, sino al sentido de lo transmitido, a las sensaciones que se busca provocar y a los afectos ambivalentes de los padres, que las palabras algunas veces muestran y generalmente ocultan.

El autor es psicoanalista, de la Asociación Psicoanalítica Argentina

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