La dificultad para aplicar las reglas aprendidas a los textos, la  colocación de tildes en las palabras, el uso de celulares y chats y las  diferencias socioeconómicas son algunos de los problemas que enfrentan  los alumnos de escuela primaria en el proceso de aprendizaje de la  escritura.
En una evaluación sobre caligrafía y ortografía  realizada por la Unesco, la Argentina obtuvo una de las peores notas en  relación a los desempeños de alumnos de tercer y sexto grado de América  Latina: los estudiantes cometieron un error cada 10 palabras y  presentaron dificultades a la hora de mostrar su caligrafía manual en un  texto.
“En los últimos tiempos nos hemos vuelto muy pragmáticos,  utilizando diversas estrategias. Sabemos que los chicos aprenden de  distinta manera: mientras algunos al leer registran y se acuerdan por  haber leído, otros necesitan escribir la palabra para retener su  ortografía”, explica Cristina Carriego, doctora en Educación de la  Universidad de San Andrés y vicedirectora del colegio Pestalozzi.
Otra  de las cuestiones clave es “trabajar la conciencia de la posibilidad de  error. Lo importante es que los chicos al llegar a escribir un sonido  parecido –como la c, la s o la z–, se pregunten y tengan conciencia de  que hay más de un camino a seguir y no todos son correctos”, argumenta  Cecilia Cancio, licenciada en Ciencias Pedagógicas.
Si se piensa  la alfabetización como construcción, los alumnos pasan por diversas  etapas en las que la manera de escribir va transformándose de lo  auditivo a la aplicación de las reglas. Los estudiantes de primer grado,  por ejemplo, escriben “moscito” en lugar de mosquito. “En segundo grado  ya no se ve” el mismo error, apunta Carriego.
El uso del lenguaje  de los mensajes de texto y del chat también influye en las dificultades  de aprendizaje. A los alumnos de quinto o sexto grado muchas veces “les  cuesta diferenciar que en un texto académico, en una carta o un cuento  no pueden poner la q con apóstrofe para reemplazar la palabra que”,  explica la docente Cristina Ashardjian. Lo mismo ocurre con el uso del  procesador de texto. “Influye mucho la utilización de la tecnología  porque los chicos argumentan que lo que escriben se entiende igual”,  agrega la docente.
Los mismos que pueden escribir muy bien en un  espacio formal, se descuidan en espacios más informales: no usan tildes  ni mayúsculas y abrevian palabras. “Entienden las diferencias pero no  las aplican”, sostiene Cancio.
Por último, las especialistas  reconocen que las diferencias de recursos socioeconómicos también se  presentan como dificultades a la hora de aprender a escribir.  “Inicialmente el aprendizaje de la escritura ortográfica tiene una  fuerte relación con el nivel socioeconómico y el capital cultural de las  familias”, asegura Carriego, quien como tesis doctoral analizó cuatro  escuelas primarias de la Ciudad de Buenos Aires a través de una  evaluación escrita a los alumnos de segundo grado.
Sin embargo,  instituciones con un estatus similar “pueden generar mayor o menor valor  agregado en el aprendizaje”, especialmente considerando que el  conocimiento de la ortografía “requiere de procesos de enseñanza  explícitos”, continuó Carriego. “Esto marca la importancia de la  escuela, de lo que pasa en el aula y de las condiciones institucionales  que deben compensar las diferencias de capital social y cultural”.
“En  las escuelas públicas con poblaciones de menos recursos hay mucho para  trabajar, mucho por hacer y se pueden lograr grandes cosas. Los chicos  tienen capacidad de aprendizaje, a algunos les costará más pero se  puede”, concluye Ashardjian.
La vigencia del dictado de textos breves
Uno  de los métodos más comunes para practicar la ortografía son los  dictados de palabras y pequeños textos. “Hacemos dictados en pareja y  los chicos discuten entre ellos para decidir cómo escribir la palabra  que dictó el docente. Así logramos que les interese y que argumenten  para convencer al compañero por qué tienen que escribir la palabra de  una u otra manera. Terminado el dictado, el docente da una devolución y  dice cómo se escriben las palabras en forma correcta. Esta es una  práctica muy motivadora para un tema que frecuentemente parece árido”,  cuenta Cristina Carriego, doctora en educación.
En el aula,  además, “se trabaja con el dictado de palabras en el marco de un texto,  no palabras sueltas, y relacionadas con los temas de la clase, para lo  cual los chicos tienen que estudiar las reflexiones hechas grupalmente”,  aporta la docente Cristina Ashardjian.
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