La
publicación del decreto de necesidad y urgencia número 1374/2011, que
reglamenta el Régimen General de Pasantías del Nivel de Educación
Secundaria a nivel nacional parece merecer las mismas consideraciones de
los especialistas en educación. Según pudo confirmar LA NACION, la
medida puede ser muy beneficiosa para los estudiantes secundarios, pero
debe prestarse especial atención a la forma en la que se implementan las
distintas pasantías.
En un vacío normativo desde el 2008, cuando se derogó el
decreto 340 de 1992, que regulaba las pasantías, las prácticas laborales
en la escuela media no estaban reglamentadas. A partir del citado
decreto, esta actividad quedó regulada a nivel nacional. Así, la norma
define las pasantías como "la extensión orgánica de la educación
secundaria en cualesquiera de sus orientaciones y modalidades, a
empresas e instituciones, de carácter público o privado, para la
realización por parte de los alumnos de prácticas relacionadas con su
educación y formación, de acuerdo con la especialización que reciben,
bajo organización, control y supervisión de la unidad educativa a la que
pertenecen y formando parte indivisible de la propuesta curricular,
durante un lapso determinado".
Además, se especifica la cantidad de tiempo que los
alumnos podrán dedicar a la incipiente inserción en el mundo laboral:
"Las pasantías durarán un máximo de seis meses, tendrán una actividad
máxima de 20 horas reloj semanales y como mínimo durarán 100 horas
reloj. Deberán realizarse durante los últimos dos años de la formación
secundaria y requerirán que el pasante mantenga su condición de alumno
regular".
Y, como contracara, se especifica la cantidad de pasantes
que podrán tener las empresas que eventualmente desarrollen estos
convenios: "Hasta cinco trabajadores, uno; entre seis y 10 trabajadores,
dos pasantes; entre 11 y 25 trabajadores, tres; entre 26 y 40
trabajadores, cuatro pasantes; entre 41 y 50, cinco; más de 50
trabajadores, el 10% de pasantes".
El ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni,
aseguró que "las pasantías están muy resguardadas; no hay modo de que
detrás de ellas se esconda trabajo ilegal". Y precisó: "Tienen todos los
derechos que tiene un trabajador, menos el salarial".
"Si pasa de ser un decreto a una ingeniería académica y
se garantiza que van a tener un aprendizaje relevante, me parece bien,
porque se insertan en un espacio de trabajo y entienden su lógica",
detalló en diálogo con LA NACION Guillermina Tiramonti, investigadora
del área de educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (Flacso).
"Hay chicos que no tienen contacto con el trabajo formal,
con sus exigencias, porque no los rodea nadie que tenga relación con el
mundo laboral formal. Allí pueden establecer relaciones y generar
contactos, pero tiene que haber un criterio de aprendizaje que los
enriquezca porque, obviamente, si los mandás a barrer la oficina, no
sirve", prosiguió la especialista.
También se mostró de acuerdo con la medida la
subsecretaria de educación porteña, Ana Ravaglia, quien explicó que el
gobierno de la ciudad posee programas que desarrollan pasantías en la
escuela media donde las prácticas son rentadas. "Es reconocer que en el
mundo de hoy y en economías no desarrolladas al máximo, como la nuestra,
se precisa pensar que muchos chicos saldrán de la escuela media a
trabajar. Este tipo de prácticas no les quita tiempo de estudio, no es
que van a ir a trabajar y dejan de estudiar. Esto favorece la
profundización y recreación de lo que adquieren en el proceso
formativo", explicó Ravaglia.
Respaldo empresario
Por su parte, la Asociación Empresaria Argentina (AEA)
emitió un comunicado en el que manifestó su "más pleno apoyo a la
decisión del gobierno nacional de impulsar las pasantías educativas de
estudiantes secundarios en empresas".
"Esto da un marco a las empresas y a las escuelas para
realizar pasantías. A partir de aquí debe comenzarse un proceso donde
cada empresa y escuela trabaje en el régimen de pasantías que
desarrollará", dijo a LA NACION la coordinadora del área de educación de
AEA, Cecilia Pasman.
"A partir de este decreto las provincias tendrán que
adecuar sus normas a la nacional. Para participar en las pasantías, las
empresas tienen que definir muchas cosas internas, como en qué área
llevará a cabo sus tareas el pasante, quién será su tutor dentro de la
empresa, cuál será el plan de formación del pasante, entre otras
cuestiones", continuó Pasman.
Los estudiantes podrán inscribirse en este sistema de
forma voluntaria para luego someterse a un proceso de selección que
realizarán las distintas empresas.
"El proceso de selección ya es un aprendizaje para los
chicos porque les sirve como ejercicio para entrevistas laborales
futuras. Las prácticas profesionalizantes no reemplazan lo que aprenden
en la currícula, lo complementan", concluyó Pasman.
Es
la estructura más compleja del universo y contiene más neuronas que
estrellas hay en una galaxia. El cerebro dicta toda nuestra actividad
mental: desde procesos inconscientes, como respirar, hasta los
pensamientos filosóficos más complejos.
Por miles de años, las civilizaciones se preguntaron
sobre el origen del pensamiento, la conciencia, la interacción social,
la creatividad, la percepción, el libre albedrío y las emociones. Hoy,
gracias a las neuroimágenes, es posible filmar el cerebro cuando
aprendemos, decidimos, nos enamoramos o enojamos. Y así entender las
bases cerebrales de procesos complejos como la imaginación, la toma de
decisiones y la emoción.
Actualmente sabemos, contra lo que se creía una década
atrás, que las neuronas pueden regenerarse y establecer nuevas
conexiones al tiempo que se pierden otras, y que el cerebro es un órgano
plástico que una vez que alcanza su madurez, alrededor de los 20 años,
continúa cambiando y adaptándose a nuevos comportamientos y
circunstancias durante prácticamente toda la vida.
En 2002, el biólogo argentino Alejandro Schinder dirigió
una investigación publicada en la revista Nature que demuestra que el
cerebro adulto tiene la capacidad de generar nuevas neuronas que se
incorporan a los circuitos existentes. Este descubrimiento abrió nuevos
caminos en el tratamiento de lesiones cerebrales y enfermedades
degenerativas como el Alzheimer.
La neuroplasticidad es, asímismo, uno de los factores más
importantes en la evolución de la especie; un rasgo que permitió al
sistema nervioso escapar a las restricciones de su propio genoma y
responder a cambios ambientales y fisiológicos constantes. Así, nuestra
forma de pensar, percibir y actuar no está del todo determinada por
nuestros genes ni por las experiencias tempranas de nuestra niñez, como
sugería el creador del psicoanálisis, Sigmund Freud.
Sin embargo, para ser justos, hay que recordar que a
fines del siglo XIX, Freud, que antes de ser psicoanalista fue
neurólogo, descubrió el papel del inconsciente en nuestra conducta. Y
recientes investigaciones ratifican la teoría del vienés, al develar
que la mayoría de los procesos cerebrales que creemos racionales, no son
conscientes.
La dimensión social
Uno de los descubrimientos centrales de las neurociencias
es la dimensión social del cerebro humano, que como nuestras relaciones
trabaja básicamente en red. "La complejidad del cerebro es consecuencia
de la complejidad social que alcanzó nuestra especie a lo largo de su
evolución", destaca el neurólogo Facundo Manes, director del Instituto
de Neurociencias de la Universidad Favaloro y del Instituto de
Neurología Cognitiva de Buenos Aires (Ineco).
"El ser humano es básicamente una criatura social. Por
eso crea organizaciones, que van desde la familia hasta las comunidades
nacionales o globales", dice Manes. Un aspecto importante en la
investigación del cerebro social son las neuronas espejo. Se trata de
"células que reaccionan tanto al observar una acción como cuando la
realizamos nosotros mismos permitiendo el aprendizaje a partir de la
imitación de la acción observada", explica Manes.
La interacción social también resulta fundamental para el
aprendizaje. Y esto explica por qué los docentes de carne y hueso
difícilmente sean reemplazables por programas de software o máquinas.
Manes refiere un experimento, en el que tres grupos de bebes cuya lengua
materna era el inglés fueron entrenados en el aprendizaje del idioma
chino: un grupo interactuaba con un maestro chino en vivo; un segundo
grupo veía películas del mismo hablante, y el tercer grupo sólo lo
escuchaba a través de auriculares. El tiempo de exposición y el
contenido fueron idénticos en los tres grupos. Después del
entrenamiento, los bebes expuestos a la persona china en vivo
distinguieron entre dos sonidos con un rendimiento similar al de un bebe
nativo chino. Los bebes que habían estado expuestos a ese idioma a
través del video o de sonidos grabados no aprendieron a distinguir
sonidos, y su rendimiento fue similar al de bebes que no habían recibido
entrenamiento.
Razón y emoción
No es solamente la razón, sino la emoción lo que nos hace
humanos. Tanto las emociones positivas como las negativas, desatan un
conjunto de cambios fisiológicos y comportamentales que influyen en
procesos cognitivos trascendentes como la memoria y la toma de
decisiones.
Al contrario de lo que normalmente se cree, las emociones
no son un obstáculo, sino que resultan fundamentales para decidir.
Estudios recientes, entre ellos los del neurólogo Antonio Damasio, autor
de El error de Descartes, indican que "una decisión tomada sin emoción,
es altamente probable que sea equivocada".
"Razón y emoción van juntas en los principales procesos
cerebrales -dice Claudio Waisburg, neurólogo de Ineco y del Instituto de
Neurociencias de la Universidad Favaloro-. Es la emoción la que brinda
una información extra y muy personal en el proceso de toma de decisiones
para conseguir nuestros objetivos. Para decidir bien es preciso
utilizar armoniosamente los dos cerebros, el emocional y el racional",
explica.
La tecnología de imágenes y el trabajo con pacientes que
han sufrido lesiones cerebrales mostraron que una estructura cerebral
llamada amígdala juega un rol significativo en el miedo y en la memoria
de eventos emocionales. También existe evidencia de que una región
cerebral conocida como la ínsula subyace al reconocimiento de señales
humanas de disgusto.?La idea de que el cerebro humano tiene sistemas
neurales parcialmente separados pero interconectados se apoya en el
hecho de que muchas de las situaciones emotivas cotidianas contienen una
combinación de emociones.
El gen altruista
Más allá de las emociones básicas como el placer y el
miedo, los seres humanos hemos desarrollado sentimientos complejos como
los de justicia, ética y solidaridad. En los inicios, la supervivencia
de la especie era lo más importante y esto hacía que los más débiles
fueran abandonados a su suerte. Pero ya el hombre de Neanderthal
practicaba el altruismo -y algunas nociones de medicina-, como lo
demuestra un cráneo de 36.000 años hallado con una herida cicatrizada en
la cabeza, lo que indicaría que fue curado por sus compañeros.
La filosofía, la religión y la economía han intentado
explicar cómo se genera la cooperación entre individuos, aun cuando no
exista una recompensa inmediata o directa. Y la neurología vino a dar su
aporte con el descubrimiento de las áreas cerebrales relacionadas con
la cognición social. "Se trata de la capacidad de percibir las
intenciones, los deseos y las creencias de otros y es una habilidad que
aparece a partir de los 4 años", explica Manes. Investigaciones con
neuroimágenes mostraron que al ayudar a otros y donar dinero, interviene
la dopamina, una hormona relacionada con los circuitos del placer.
Pero también sentimientos reprochables como la
discriminación y el prejuicio tienen sus bases neurales. Una
investigación dirigida por Agustín Ibáñez, del Laboratorio de Psicología
Experimental de Ineco e investigador del Conicet, junto a colegas de
España y Chile, mostró que el cerebro detecta en 170 milisegundos (menos
que un parpadeo) si un rostro integra o no el propio grupo de
pertenencia y lo valora positiva o negativamente mucho antes de que
seamos conscientes de ello. En esta valoración intervienen varias áreas
cerebrales: giro fusiforme, surco temporal superior (procesos básicos de
percepción); hipocampo y corteza parahipocampal (aprendizaje y
asociación de claves contextuales), y áreas frontales del cerebro
(mecanismos de control actitudinal).
El trabajo involucró a 180 voluntarios indígenas y no
indígenas, y fue publicado en la revista Frontiers in Human
Neuroscience. Sus conclusiones sugieren que "los procesos asociados al
prejuicio son muy automáticos y arraigados, por lo que las estrategias
de integración y tolerancia deberían empezar en la infancia, lo más
temprano posible", dice Ibáñez.
Estrés y memoria
¿Por qué recordamos dónde estábamos y qué hacíamos cuando
recibimos la noticia de la declaración del corralito o el fallecimiento
del ex presidente Kirchner, pero nos olvidamos lo que hicimos el día
anterior? Es que los recuerdos, tanto los buenos como los malos, se
asocian con un shock emocional. Lo demostraron investigadores del
Laboratorio de Neurobiología de la Memoria del Ifibyme, de la Facultad
de Ciencias Exactas y Naturales, y el Conicet, en un trabajo publicado
por la revista Neuroscience.
En una prueba con estudiantes voluntarios, los
investigadores comprobaron que éstos "podían recordar mejor una serie de
sílabas aprendidas si eran sometidos a un estrés leve, en comparación
con el grupo control, que no sufrió estrés", explica la bióloga Verónica
Coccoz, autora del trabajo Alejandro Delorenzi y Héctor Maldonado. Esto
se debe -según el estudio- a que "en situación de estrés se liberan
sustancias como epinefrina, cortisol y glucosa, que juegan un rol
central en la modulación de la memoria".
Sin embargo, así como niveles moderados de estrés pueden
ser estimulantes, "cuando se vuelve crónico y prolongado suele tener
efectos negativos en la memoria y otras funciones cognitivas -destaca el
neurólogo Manes-. El estrés, tanto físico como psicológico, dispara la
liberación de cortisol, una hormona producida en las glándulas
suprarrenales."
Altos niveles de cortisol como los que se registran en
personas estresadas o atravesando una depresión, afectan la memoria
episódica (la del cuándo y dónde). Esto disminuye aún más sus
capacidades para enfrentar las exigencias cotidianas, lo que se
transforma en un círculo vicioso. Según el neurólogo, "la medida óptima
de nuestro rendimiento intelectual no se logra a partir de una sumatoria
de horas de esfuerzo, sino más bien de una estrategia que contemple el
trabajo, el descanso, el ocio y el esparcimiento".
Relojes internos
La percepción del tiempo, una característica netamente
humana, también tiene base neuronal. "Somos relojes con patas", describe
el biólogo Diego Golombek, investigador del Conicet y director del
Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes.
"Existen pequeñas estructuras en el hipotálamo que miden el tiempo y le
dicen al cuerpo qué hora es -explica Golombek-. El llamado reloj
biológico sincroniza a nuestro organismo para que rinda en forma óptima a
lo largo del día, con picos de desempeño hacia la tarde. Por eso, "a la
hora de elegir conviene un horario vespertino para una competencia
deportiva o un examen -recomienda el experto-. Casi todos los récords
olímpicos se batieron en horas de la tarde."
Pero los seres humanos no somos todos iguales y de hecho
existen varios cronotipos. En los extremos se encuentran los alondras,
típicamente matutinos, y los búhos, que son noctámbulos o al menos
vespertinos. "La mayor parte de los adolescentes son búhos. Esto no sólo
se debe a sus hábitos de salir de noche, mirar tele y chatear hasta
tarde, sino que la biología indica que las agujas de su reloj interno
están atrasadas respecto de la población en general -dice Golombek-; con
lo cual, el horario de comienzo de clases en el secundario resulta
absurdo e improductivo."
Neuronas 2.0
Una de las preguntas más inquietantes que se plantean hoy
las neurociencias se refiere a los efectos de Internet y las nuevas
tecnologías en el cerebro. El acceso a información prácticamente
infinita y el bombardeo constante de estímulos a partir de los
dispositivos móviles y las redes sociales están minando nuestra
capacidad de atención y concentración.
"Parece que la cultura de la brevedad reflejada en
Twitter o TED (140 caracteres en el primer caso, y 7 minutos en el
segundo) destruyó toda posibilidad de sostener el hilo de una idea más
allá de unos pocos minutos", reflexiona el economista Santiago Bilinkis
en su blog Riesgo y Recompensa. Bilinkis participó en 2010 de un
programa de capacitación sobre las sociedades del mañana en Singularity
University, dentro de la NASA. "Pese a estar escuchando a oradores
brillantes sobre temas francamente fascinantes, solía descubrirme a mí
mismo desconectado. O mejor dicho conectado a otros dispositivos. Lo
preocupante es que a todos a mi alrededor les pasaba lo mismo: en medio
de una clase espectacular, la gente estaba en Twitter, en Facebook,
navegando en los buscadores o leyendo mails."
El estadounidense Nicholas Carr, autor de El gran
Interruptor y Superficiales (Taurus), denuncia que "lo que estamos
entregando a cambio de las delicias instantáneas de Internet es nada
menos que el proceso lineal de pensamiento". Una nueva mentalidad
superficial, acostumbrada a recibir y diseminar información en
estallidos cortos y descoordinados está reemplazando al razonamiento
profundo. Recientes estudios muestran un funcionamiento cerebral
diferente cuando se lee en la pantalla a cuando se lo hace en papel.
Aunque en términos evolutivos la irrupción de las tecnologías digitales
es demasiado reciente para generar cambios en la configuración cerebral,
la hipótesis no deja de ser inquietante.
ENTRE LA COMPUTACION Y LA BIOLOGIA
En contraposición a la postura clásica que consideraba al
cerebro como un conjunto de módulos especializados (el que reconoce
imágenes, el que maneja el auto), hoy se lo estudia como una red
compleja e interconectada. "Con el avance de las tecnologías de imágenes
funcionales y el aumento exponencial de las capacidades de cómputo y
almacenamiento digital, la caja negra del funcionamiento cerebral
comienza a abrirse", explica el físico y biólogo argentino Guillermo
Cecchi, investigador en el Laboratorio de Inteligencia Artificial de IBM
en los Estados Unidos. Cecchi y su equipo se dedican al análisis de
redes complejas para estudiar cómo el cerebro se comunica internamente y
cómo piensa.
La llamada Teoría de las Redes es uno de los campos de
confluencia entre la computación y la neurología, dado que permite
detectar ciertas regularidades en los sistemas complejos. "Como ocurre
en el funcionamiento de Internet, en el cerebro unos pocos nodos se
conectan con una gran cantidad de otros, que a su vez tienen pocas
conexiones", dice Cecchi. Este hallazgo sobre el modo de funcionamiento
del cerebro se aplica también al estudio de patologías como la
esquizofrenia. En tanto, otra convergencia entre cómputo y biología se
da a través del uso de algoritmos en lo que se conoce como aprendizaje
automático (machine learning), para analizar y comprender los patrones
de actividad cerebral.
LA FALACIA DEL COEFICIENTE INTELECTUAL
Ser inteligente es "tener flexibilidad para ver un
problema y descubrir una posibilidad de enfrentarlo", define el
neurólogo Facundo Manes, director de Ineco y el Instituto de
Neurociencias de la Universidad Favaloro. La noción actual de
inteligencia incluye habilidades emocionales, motivacionales y sociales.
"Factores de la personalidad como el humor, expanden nuestro potencial
intelectual", dice Manes.
Desde que Howard Gartner describió en la década del 80
las inteligencias múltiples, se habla de las capacidades lingüísticas,
lógicas, musical, espacial, corporal e interpersonal. Pero ¿qué nos hace
inteligentes como especie? La capacidad de relacionarnos con otros
mediante la llamada cognición social y el lenguaje sin duda fueron un
salto evolutivo que nos diferenció de los primates y produjo mayores
conexiones neurales.
A la hora de medir la inteligencia, las pruebas de
cociente intelectual resultan útiles en algunos casos, pero no en todos.
Y su utilización muchas veces dio lugar a prácticas discriminatorias
por género, raza o grupo social. "La realidad es que la ciencia no
cuenta hoy con una herramienta para medir la inteligencia en toda su
extensión y complejidad", explica Manes. ¿Cómo asignarle un cociente a
la ironía o a la creatividad?
SIETE Consejos para tener el cerebro en forma
Abra su mente: desafíe a su cerebro con
actividades nuevas: aprenda un idioma o un instrumento, vaya al teatro, a
un concierto, museo o galería
Cuide su dieta: elija alimentos variados; priorice las frutas, verduras y carnes magras.
Ejercite su cuerpo: vaya caminando o en bicicleta a su trabajo, asista a un gimnasio, practique algún deporte o vaya a bailar.
Hágase un chequeo: controle su presión arterial,
colesterol, glucosa en sangre y peso. Estos factores incrementan su
riesgo de desarrollar demencia si son elevados.
Active su vida social: reúnase con familiares y amigos, participe en redes profesionales, eventos comunitarios o haga tareas voluntarias.
Evite los malos hábitos: no fume y si bebe alcohol, hágalo con moderación
Cuide su cabeza: sea respetuoso como peatón, use cinturón de seguridad y use casco si anda en moto, bicicleta o patines.
Fuente: Dr. Facundo Manes, Ineco.
Para saber más Superficiales: qué está haciendo Internet con nuestras mentes , de Nicholas Carr (Taurus). Cavernas y palacios: en busca de la conciencia en el cerebro y Las neuronas de Dios: hacia una ciencia de la religión , de Diego Golombek (Siglo XXI Editores). El gorila invisible y otras maneras en las que nuestra intuición nos engaña , de Christopher Chabris y Daniel Simons (Siglo XXI Editores).
Según una encuesta, quieren vivir el presente y hacerlo de la forma más placentera. Al 23% le interesa ganar dinero lo más rápido posible. “Trato de vivir el minuto a minuto, lo mejor que pueda”, dijo Nicolás, estudiante universitario.